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Las croquetas, ese manjar que lleva con nosotros generaciones y que nos preparaban con tanto amor nuestras madres y abuelas desde pequeñitos. Las que ellas preparan siempre han sido las mejores, y cuando las pedías en algún restaurante o las comías en casa de alguna otra persona, para tus adentros siempre te decías «las de mi madre están mucho mejor».
Pero claro, un día te da por ir a un sitio llamado la Gastrocroquetería de Chema, en la Calle Barco nº7, junto a la Gran Vía madrileña, y tu cabeza explota cuando ves una docena de tipos de croquetas totalmente diferentes unas de otras.
Resumen de contenido de este post
No-sólo-croquetas
Pero como si de una buena película se tratase, voy a dejar un poco de suspense en la trama principal de las croquetas y empecemos por la trama secundaria, en la que hablo del resto de elementos del menú.
El menú está lleno de personajes secundarios de una calidad asombrosa. Una gran cantidad de tapas de todo tipo y que van desde un Buey de mar gratinado con Kimuchi, un Risotto de Morcilla de Burgos y Panceta confitada o un Lingote de foie sobre turrón de almendras. Todo con un toque muy moderno, mezclas de sabores sorprendentes y un precio bastante adecuado que ronda entre los 7 y 10 euros por plato.
Hay más secundarios, como las cazuelitas y las macetas. Las cazuelitas son pequeños platos que varían entre una fideuá en costra, un guiso diablo de carabinero bien picante o longaniza con curri rojo y arroz de sushi. En cuanto a las macetas, son pequeños revueltos muy variados (brotes tiernos con jamón setas y foie, canónigos y langostinos en tempura o tacos con pollo y chimichurri) presentados de una forma muy original en macetas de verdad.
Volvamos a las croquetas
Pero centremos la cámara hacia nuestro protagonista de hoy: las croquetas, ya que al final son la razón de ser de La gastrocroquetería de Chema.
Aquí una croqueta no es simplemente de jamón o bacalao (que también) sino que hay una decena de tipos diferentes que destacan en que ninguna se parece a las otras. Nosotros tuvimos la oportunidad de probarlas casi todas, y no hubo ni una sola que no nos hiciese salivar de gusto.
Todas ellas vienen de dos en dos, y a un precio que ronda entre 3 y 4 euros. Puede parecer que no es nada barato, pero si hablamos de relación calidad/precio ten por seguro que no te arrepentirás de pagar eso por un par de croquetas.
En cuanto a tipos, hay de todo. Tenemos las ya nombradas clásicas de jamón o bacalao, algunas mezcla de culturas como la Korokke de Wagyu y otras que nunca esperarías como las de perrito caliente o pisto con huevo y jamón.
Nosotros tenemos que destacar dos sobre todas las demás, las líquidas de queso sobre confitura de tomate y aceitunas negras y las de sepia en su tinta gratinada. Las primeras sólo con el nombre ya apetecen, pero las segundas fueron la sorpresa de la noche, ¡impresionantes!
Qué rico estaba todo
Espera, espera, no tengas prisa que no he terminado. Lo mejor llega ahora con la sorpresa de la noche: Las croquetas dulces. Que sí, que hay otros postres que no son croquetas, pero seamos sinceros, ¿a quién le importan?
Aunque hay varios tipos, como de tarta de queso o de galletas, nosotros nos decantamos por las de Oreo. Hay un dicho que dice que cualquier postre si lleva Oreo está el doble de bueno (vale, tú y yo sabemos que me lo acabo de inventar, pero sigue siendo igual de cierto) ¡Y qué rica! Jamás pensé que una croqueta dulce podía estar tan buena, pero es que esta era la reina de las croquetas. Todas las noches lloro un poco pensando en que sé a ciencia cierta que jamás probaré nada mejor que ese manjar caído del cielo (bueno, de las manos del chef Chema).
Ahora sí, ¡Que rico estaba todo!
Bueno, dejémonos de alabanzas por un momento y vayamos a un punto importante, ¿a cuanto sale el asunto? Pues bien, nosotros gastamos 44 euros en una cena para dos en la que probamos la mayoría de croquetas de la carta y salimos bastante bien de cantidad. Eso sí, pedimos agua para beber, así que si te da por pedir bebidas alcohólicas seguramente la cuenta suba un poco más.
Resumiendo, merece mucho la pena. Si hace nada os comentamos que creemos que La Candela Restó merece una estrella Michelín, La Gastrocroquetería merece nada más y nada menos que el «like» de nuestras madres, porque cuando terminas de comer allí igual por inercia sale de tu boca la frase de siempre, «las de mi madre están mucho mejor», pero sabes que mientes, mientes como un bellaco.
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