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Seamos sinceros, el centro de las grandes ciudades suele ser el peor sitio para comer, y es que suelen estar abarrotados de restaurantes en los que lo importante es clavársela a los pobres turistas que quieren disfrutar de la ciudad. El centro de Barcelona es un claro ejemplo de ello, con cientos de sitios de calidad cuestionable y precios desorbitados. Viana no es el caso.
Porque no todo es un horror, ya que en medio de este desierto te puedes encontrar todo un oasis como es el restaurante Viana, un restaurante de 10 en pleno Barrio Gótico de Barcelona.
Resumen de contenido de este post
Esto es lo que te vas a encontrar en Viana
Situado en el Carrer del Vidre número 7, Viana es un restaurante pequeño, con unas ocho mesas y un par de barras. Siempre está abarrotado de gente, por lo que es muy recomendable reservar con bastante antelación para no quedarte sin mesa, sobre todo ahora que está corriendo la voz de su calidad.
El precio no es nada caro, y menos para la calidad que ofrecen. Nosotros pedimos varios entrantes a repartir entre ocho personas, un principal cada uno y algunos postres y salimos a 25 euros por persona, precio que se hubiese incrementado de pedir vino o alguno de los cocktails de los que son especialistas, pero que aún así hubiese estado en la media de esta ciudad.
Nada más pedir, la primera sorpresa agradable, y es que mientras esperas a que lleguen los platos te amenizan con una pequeña tapa, en nuestro caso una crema que estaba buenísima. Estos detalles se agradecen y por desgracia son pocos los restaurantes que lo hacen.
Estando en Barcelona y siendo todos de fuera de la ciudad no podía faltar el «pa amb tomaquet», con un rico pan de leña y tomates bien frescos. Duró pocos segundos en la mesa.
Primer asalto: entrantes de lujo
Empezamos los entrantes con unas patatas bravas estilo viana, quizá el plato menos sorprendente entre lo que pedimos. La calidad seguía estando fuera de cualquier duda, pero no había mucha diferencia con las bravas que puedes tomar en cualquier otro sitio.
El plato de daditos de atún marinados en soja con manzana y aguacate estaba espectacular, y es que el toque de la manzana le daba un frescor que le daba un toque diferencial a un plato al que cada vez estamos más acostumbrados.
La burrata con guacamole es una mezcla que no sólo funciona, sino que estaba tan deliciosa que cuando llegó el plato a mi zona de la mesa apenas pude probar poco más que las migas. Prácticamente lo mismo pasó con las gambas y verduras enrolladas con salsa de chile dulce, una plato que ya había probado en algún asiático pero que aquí tiene un punto de calidad difícil de lograr.
También nos decantamos por el carpaccio de presa ibérica con láminas de provolone, una mezcla deliciosa que fue todo un éxito en nuestra mesa. La presa iba acompañada de rábano, rúcula, tomatitos, el provolone, piñones y toques de una especie de ali-oli que le daba un punto especial.
Y para acabar con los entrantes nos decantamos por el ceviche de marisco y pescado, una de las especialidades de la casa. Los ceviches no suelen ser de mi gusto, pero al resto de comensales les pareció muy fresco y sabroso.
Segundo asalto: principales que unen tradición y modernidad
La carta del Viana no es muy larga, ya que tiene sólamente cinco principales, pero soy de los que piensa que mejor cinco platos top que veinte del montón. Nosotros nos decantamos por los melosos de ternera, el bacalao y el pollo de payés, por lo que se quedaron fuera el arror «carnaroli» y el cochinillo. Así que ya tenemos excusa para volver.
El meloso de ternera al vino tinto acompañado con puré de boniato y canela fue mi elección, ¡y menuda elección! El problema que suelen tener los melosos con tinto es que la salsa suele ser tan fuerte que se come el sabor de la carne, y esto es algo que por suerte no pasa en Viana. La carne estaba realmente jugosa, la salsa de vino le daba la potencia al plato pero sin pasarse, y el puré de boniato le añadía el toque diferenciador con su peculiar sabor que no hubiese conseguido el típico puré de patata que se suele poner en otros lugares con el meloso.
Mientras yo disfrutaba con el meloso, los que pidieron el bacalao con salsa de naranja sanguina, manzana y chips de espinacas y yuca rebañaban el plato para disfrutar de la salsa. El bacalao estaba perfecto de punto y las chips buenísimas para acompañar el pescado.
En cuanto al pollo de payés a baja temperatura a las hiervas provenzales, la verdad es que era todo un riesgo, ya que es difícil conseguir un pollo que sea capaz de destacar, pero en esta ocasión fue todo un acierto. Y es que un pollo de calidad, bien cocinado y con una salsa tan rica como la que lo acompañaba, hizo que aunque los pollos no vuelen, este sí volara del plato.
Tercer asalto: postres clásicos ejecutados a la perfección
En cuanto a postres, aquí hay para todos los gustos. Tarta de queso con crumble (que probaré en mi próxima visita), frutas de temporada con helado, y los que pedimos nosotros, el trío de chocolates y la torrija. Escojas el que escojas, todos ellos cuestan 5 euros, algo que se ha convertido en precio estándar (incluso barato) en los restaurantes de calidad de las grandes ciudades.
El trío de chocolates es un placer para los amantes del buen chocolate. Consiste en un helado de chocolate sobre un bizcocho de chocolate acompañado por, cómo no, una crema de chocolate. Toda una bomba para los más chocolateros.
Luego probamos la torrija (muy) especial de la casa con helado de vainilla, o lo que es lo mismo, mi postre favorito. Siento debilidad por las torrijas, por lo que no puedo ir a un restaurante y no pedirla si la tienen en carta (ya os hablaré algún día de la torrija de Kabuki) Pues bien, la torrija de Viana es una delicia súper sabrosa y jugosa, con un helado de vainilla que acompaña a la perfección sin eliminar en ningún momento el sabor principal, que es el de la torrija (parece una tontería, pero esto es complicado) Es decir, un postre que no hay que perderse.
Sin ninguna duda, Viana es todo un descubrimiento, uno de esos restaurantes que marcan y de los que no dudas en recomendar y desear volver en cuanto sea posible. Porque cuando la comida está deliciosa, el precio no es alto, y la atención es perfecta (pese a estar lleno no tardaron nada en atendernos) no puedes hacer más que quitarte el sombrero y decir que el restaurante es de diez.
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